LA COLECCIÓN

 

 
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Los límites de la Guadalajara naciente estaban demarcados por conventos de órdenes religiosas: al oriente, atravesando el río San Juan de Dios y el hospital del mismo nombre, estaba el convento franciscano de Analco; al norte, el convento de Santo Domingo; al sur, el convento principal de la orden franciscana y al poniente, el Convento de Nuestra Señora del Carmen. Estos dos últimos poseían bibliotecas pobladas de libros raros y valiosos.

En 1861, la Guerra de Reforma provocó la desamortización de los bienes eclesiásticos. Los conventos se transformaron igualmente en fortalezas militares. Los libros que albergaban estos claustros fueron abandonados, arrojados al ya entonces insalubre río San Juan de Dios y a los manantiales de Agua Azul. Los pocos volúmenes salvados fueron resguardados en el antiguo Seminario de Guadalajara.

Terminada la guerra y en medio de una ciudad en proceso de reconstrucción, el Seminario fue convertido en liceo: su espacio se utilizó como centro de enseñanza y cultura, y la Biblioteca Pública se instaló en uno de sus salones. Más de 100,000 volúmenes permanecieron ahí hasta 1975, cuando fueron reubicados a la zona de los extintos manantiales de Agua Azul: los libros regresaban al lugar en el que otros libros se extinguieron en el pasado.

Desde comienzos del siglo XX, el crecimiento urbano en la zona de los manantiales detonó una profunda transformación para este territorio. La creación de un parque en sus terrenos, unida al traslado de la estación ferroviaria al sur de la ciudad y a la construcción del aeropuerto internacional al oriente, incitó la creación de un eje de edificaciones: el Teatro experimental de Jalisco y la Casa de la Artesanía Jalisciense del arquitecto Erich Coufal; el Museo de Arqueología y la concha acústica al interior del parque, del arquitecto Alejandro Zohn; el edificio de vivienda Guadalupe Victoria, de Guillermo Quintanar; el Condominio Guadalajara, el cine Diana, la Plaza Juárez y el conjunto que forman la Casa de la Cultura Jalisciense y la Biblioteca Pública del Estado de Julio de la Peña. Todas estas construcciones crearon una suerte de collage en el trazado urbano.

Entre avenida 16 de Septiembre y Calzada Independencia, sobre el curso del río San Juan de Dios, se encuentra la antigua sede de la Biblioteca Pública del Estado de Jalisco. Este edificio, articulado a otras construcciones, inició un fallido proyecto de conjunto cultural. 

La humedad de los manantiales se abrió camino rápidamente entre los cimientos, paredes y losas que recubren los muros de esta biblioteca, incitando el crecimiento de microorganismos entre las páginas de muchos libros. La estructura de su edificio, asentada sobre terrenos lacustres, se movió hasta fracturarse en 1995 tras el impacto del sismo de Colima. Desde 2004 y hasta su inauguración en 2007, los materiales resguardados en esta sede fueron llevados a la nueva Biblioteca Juan José Arreola.

 
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En los pisos 1 ,2 y 3 de la antigua biblioteca, un lote de periódicos de El informador se apila, fuera del acceso público, en bolsas negras. Este diario fue uno de los primeros de la región en digitalizar sus materiales para ubicarlos en otro lugar distinto de la inestable superficie del papel.

La superficie, muros y pisos de la antigua biblioteca, diseñados para alzarse inmóviles, se muestran tan frágiles como hojas. Al romperse las promesas de esplendor y progreso materializadas en esta obra arquitectónica, se agrietaron también los edificios aledaños y el tejido social que los llenaba. El Agua Azul y los ríos, por su parte, se abrieron camino por los poros de la piedra, las hojas de los diarios y la humedad del aire.