Al entrar al Parque Ecológico Lago de Texcoco se ve un mapa que indica qué encontrar: gimnasio y cancha de usos múltiples, juegos infantiles, cabañas, monumentos históricos, canchas de fútbol, béisbol, voleibol, lagunas, ciclovías. Se ve también un punto rojo de “usted está aquí”, y arriba, en una esquina, un logotipo de Conagua. El parque, más adentro, como un fantasma oculto entre los árboles, se encuentra en la mitad de una reserva ecológica y es un espectro latente que, con los años, ha sido devorado por la maleza, invadido por los caracoles y envejecido por las lluvias empozadas, por el sol, el aire y la sal que arroja el suelo. A lado y lado de los caminos de este parque, postes de luz, cada uno con una celda solar encima, vigilan el perímetro como guardianes de una tierra que nadie ha pisado en años y que, en las noches, no necesita de luz eléctrica. Una cabaña, pintada de gris azulado, de madera, y construida sobre pilotes que la elevan aún del suelo, tiene hoy más de cuatro años de existencia solitaria. […]
Abandono
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