Tolvanera

A finales de la década del 60, en el lago de Texcoco ya no había agua la mayor parte del año. En épocas de lluvia su vaso se llenaba y volcaba sobre la ciudad, inundando sus calles principales, aunque esto sólo ocurría durante un par de meses. El resto del año la tierra sin agua se secaba y sus granos de polvo y sal quedaban expuestos al sol y al viento. Este viento levantaba los granos más gruesos y los arrastraba, los hacía rodar a ras de tierra dejando desnuda la capa inferior. Con su fuerza en todas direcciones, el viento alzaba este polvo hacia arriba y luego lo arrojaba al suelo de golpe, fracturándolo en explosiones localizadas de erosión eólica. Cuando las partículas gruesas caían al suelo, las más finas se levantaban en enormes cortinas de polvo que al acumularse formaban muros. Las partículas volátiles de estos muros se alzaban más arriba en forma de nubes, manipuladas por las corrientes más sutiles y conducidas a altas velocidades de avance de regreso hacia la Ciudad de México. []