Sobre la orilla del lago Nabor Carrillo hay una barrera de rocas de tezontle rojo apuntaladas y organizadas, encajando unas entre otras, formando una barda que se alza un metro sobre la superficie del agua. La barda se sostiene únicamente por la correspondencia de concavidades y convexidades que hay entre roca y roca. Un grupo de campesinos de la región de Texcoco las acomodó para crear una barrera que evitara el desborde del agua en la temporada de lluvias. Alejándose de la orilla hacia arriba, en una vista de pájaro, avión o satélite, la barda de rocas forma un rectángulo perfecto, una línea roja conteniendo un espejo de aguas oscuras. Las rocas que forman esta línea, partidas por cinceles en pedazos de tamaños similares y acomodadas por manos humanas, fueron arrancadas de la tierra para entrar en el terreno del agenciamiento humano: su desplazamiento de la cantera a la barda las hizo salir de un reino para entrar en otro; se volvieron piezas fraccionadas por los cinceles, pesadas, medidas y dispuestas; luego fueron compradas por alguien y ahora son un ítem en un inventario de insumos agrícolas entre los balances contables del gobierno federal mexicano. […]
Agenciamiento
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