A comienzos de octubre todavía se siente el calor intenso del verano. Este calor hace que el agua se evapore aceleradamente: se pueden ver nubes de vapor ascendiendo del suelo a la atmósfera, mientras el suelo se va abriendo en costras separadas por vetas de erosión. Las costras se pueden levantar con la mano como si fuesen las partes de un plato de cerámica recién roto: los bordes de cada costra revelan las trayectorias de separación de las costras vecinas, y a la vez muestran la continuidad, ahora rota, de una sola superficie terrestre. Las trayectorias del agua en fuga se pueden ver en la porosidad de los costados de una costra, dibujando hendiduras que se abren en los quiebres entre un pedazo y otro. Sobre este suelo de escamas arenosas, visto de cerca, se pueden observar pequeñas depresiones circulares que marcan el lugar donde cayeron algunas gotas de lluvia. Se ve una planicie inmensa de este suelo erosionado perdiéndose de vista hasta toparse con el cerro de Chiconautla. En algunos puntos de esta gran extensión de suelo craquelado se ven charcos minúsculos y turbios, donde algunos pájaros hunden sus picos para beber agua. [...]
Erosión
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