México está formado por una reunión de estados con la relativa autonomía que provee un gobierno federal. Cada estado tiene su constitución y su propia jurisdicción. El mapa político del país representa a los estados como zonas claramente delimitadas. En el centro de esta nación hay, sin embargo, una excepción a esta organizada geografía política: un estado se encuentra incrustado en el corazón de otro como una especie de mancha. El estado de México, que lleva el nombre del país que lo contiene, tiene en su centro a otro estado: Ciudad de México, la ciudad-estado, la megalópolis, la capital. Visto desde la ciudad, el estado de México se percibe como un anillo que la rodea, un cinturón, una especie de margen. La capital, creciendo a un ritmo exponencial durante las últimas décadas, se ha desbordado sobre este cinturón, tornándolo denso, sobrepoblado, urbanizado a la fuerza por las demandas de una población imparablemente creciente. En ello, las zonas fronterizas entre ciudad y estado se han vuelto indistinguibles y confusas, especialmente en la explosión que el centro urbano genera hacia “arriba”, hacia el norte geográfico. [...]
Estado de México
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