Imaginemos que habitamos el Valle de México en otro tiempo. Imaginemos que recorremos las calles de la ciudad más grande de este valle con nuestro cuerpo de ahora, sintiéndolas más densas de gente y tráfico, observando cómo las cubren materiales suaves y lisos como espejos. Imaginemos los cambios que cientos de años de vidas y tránsitos, tanto humanos como no humanos, han inscrito en las reliquias urbanísticas del centro histórico de la Ciudad de México: las grietas, las piedras caídas, los colores deslavados de las fachadas, los derrumbes, los edificios antiguos cubiertos de avisos luminosos, desapareciendo tras bombillas y placas de acrílico. Imaginemos caminar entre multitudes de personas hablando una lengua que no reconocemos. Imaginemos los sonidos de nuevos vehículos y los silencios de aquellos que están ausentes. Imaginemos un paisaje aural hecho de la suma de sonidos antiguos y nuevos. Imaginemos los olores del futuro: las nuevas basuras, los nuevos gases emergiendo por desagües, los olores corporales de la gente apretada en los vagones de nuevos medios de transporte. Imaginemos el calor, el aire deteniéndose en la ausencia de brisas o corrientes. [...]
Visión
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