Un mes antes de que la Conagua cediera una parte de sus terrenos a la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México entramos a dar un último vistazo a los animales, árboles y plantas que se encontraban aún en esta porción de tierra. Nos familiarizamos con algunas de las especies que se habían adaptado lentamente al lugar, vimos las praderas de pasto salado con algunas coníferas, los romeritos y las liebres, los perros salvajes que huían de los humanos en manada. Vimos, casi en la punta de ese triángulo que colinda con Ecatepec, unas pequeñas lagunas formadas por las lluvias de agosto, llenas de diferentes especies de pájaros: en sus orillas, bajo las piedras, se asomaban viudas negras y caracoles; las moscas revoloteaban a pocos centímetros del agua. En el antiguo evaporador solar, junto a estas lagunas, las corrientes de agua de los mercados vecinales arrojaban sus semillas sobre el suelo, haciendo brotar de él plantas de tomate, acelgas, chiles, melones y, mezcladas entre ellas, especies innumerables de hierba. [...]
Cosa
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