El supermercado Soriana Híper Tacubaya tiene el tamaño de un hangar: si estuviera vacío, en su interior se podría estacionar un avión de pasajeros como el Airbus A318 o el Boeing 737. Imaginemos este avión aterrizar en medio del Circuito Bicentenario, tocando tierra en el punto en el que termina el bosque de Chapultepec para luego dar la vuelta e incrustarse en este edificio monstruoso en la colonia San Miguel. Antes de aterrizar la aeronave, el edificio estaría totalmente abierto en su cara frontal, su interior estaría desocupado excepto por algunos tubos fluorescentes arrojando luces tenues e intermitentes en todas direcciones. Es difícil imaginar la irrupción de un avión en medio de un centro de tráfico vial y humano como aquel que rodea a este supermercado; es más difícil aún imaginar un supermercado vacío, cuando su razón de ser es el exceso, el sobreestímulo: toneladas de productos que se apilan en torres de hasta tres metros de altura, que se extienden en filas interminables de variaciones, el mismo producto repetido en diferentes tamaños, colores y formas; olores que se filtran por las tapas de todos los envases, por las aberturas de las bolsas plásticas o las rendijas de los mostradores de pescados, quesos y carnes; sonidos que descienden de las bocinas suspendidas de las vigas estructurales, emitidos por las pantallas planas y los equipos de audio, ascendiendo desde las ruedas oxidadas de los carros de mercado intentando desplazarse sobre el piso. [...]
Mercancía
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