Monumento

El lago de Texcoco se le apareció a Cortés como un enorme mar interior: desde la orilla que ahora es sólo un punto en una calle transitada de la ciudad de Texcoco, el conquistador vio que la “marea” subía y bajaba entre lluvias y estiajes, y se sorprendió al encontrar que, en su inmensa superficie, la orilla contraria se perdía de vista, mostrando al lago como un continuo oceánico de agua que se perdía en el horizonte. En este lugar exacto, al parecer, Cortés descargó las naves deconstruidas que había llevado cargando, desarmadas, por tierra, para ahí ensamblarlas, ponerlas a navegar en las aguas salinas del lago y luego conquistar Tenochtitlán con su flota de embarcaciones colosales. El Monumento al Puente de los Bergantines, este punto anónimo en la ciudad de Texcoco, señala el borde que tenía el lago hacia 1521, al inicio de la conquista del Valle de México. Este monumento al día de hoy consta de una columna en piedra coronada por un capitel y una placa tallada, ubicada en medio de una plaza de unos diez metros cuadrados de superficie, y enmarcada por tres muros pintados de rosa, un par de bancas de parque y una maceta. []